Los seremos humanos relacionamos la maternidad con el amor (casi como si tuviera que ser un flechazo), por eso cuando nos enteramos de que existen mujeres que rechazan a su bebé nada más nacer (pudiendo incluso llegar a dañarlo), se generan prejuicios relacionados con la creencia de que es una conducta “antinatural”, pero, nada más lejos de la realidad…
La depresión postparto conlleva una serie de síntomas que, en casos extremos, puede incluir delirios que motivan a la persona a actuar excluyendo el raciocinio. Los síntomas más habituales incluyen: anhedonia o pérdida del interés o de la capacidad de disfrutar de actividades anteriormente placenteras; pérdida de reactividad emocional a acontecimientos y circunstancias ambientales placenteras; insomnio de iniciación, mantenimiento y/o despertares tempranos; tristeza intensa; labilidad emocional; inhibición o agitación psicomotrices; pérdida o aumento del apetito; pérdida de la líbido, etc.
Esa sensación de infelicidad puede conllevar emociones de rechazo hacia el bebé, casi como si fuera un ser ajeno con el que la madre no consigue establecer el apego esperado. Precisamente, son estas expectativas emocionales que se presuponen a la progenitora las que intensifican la sintomatología debido a la ansiedad, tristeza y culpabilidad que genera por no sentir lo que se “supone” que debería en un momento que la sociedad asocia a «pura» felicidad.
Puede parecer una afectación “rara”, pero posee una alta prevalencia. Dentro de la misma, habría que diferenciar el cuadro depresivo cuya duración oscila entre los tres y seis días (afecta a casi el 50% de las mujeres) y la depresión, relacionada con un período temporal superior (aproximadamente unos meses) y cuya prevalencia se delimita en torno al 10%-15%.
La predisposición a padecer estos síntomas es mayor en casos en que: la mujer sufrió depresiones previas al embarazo; es madre joven (adolescencia); tiene antecedentes familiares de trastorno psicológico; existe historia previa de depresión postparto y/o el parto es prematuro.
Es importante que la sociedad conozca y asimile que este tipo de reacciones no son infrecuentes, ni condicionan la calidad posterior del rol materno; una vez superada la depresión postparto, el apego se establece y la educación y el amor recibidos no difieren del de aquellas mujeres que no pasaron por una experiencia emocional tan intensa (salvo en lo que a valores, creencias y estilo educativo se refiere; es decir, a las salvedades relacionadas con que cada ser humano es diferente, lo que, obviamente, se proyecta en la maternidad, independientemente de que haya existido o no depresión postparto).
“Lo peor de la culpa es aceptar una culpabilidad no devengada” (Ayn Rand).
Centro Codex Psicología