El aprendizaje simbólico es la capacidad humana de ir más allá de lo literal y representar el significado de determinadas acciones, emociones y/o palabras. Se trata de realizar interpretaciones y conductas dotadas de significado, rompiendo con los códigos básicos establecidos. Esta herramienta cognitiva requiere que el cerebro realice un importante esfuerzo de interpretación.
Según lo expuesto por Terrence Deacon (2001), para poder aprender e interpretar, el cerebro ha experimentado una serie de adaptaciones en las estructuras anatómicas del lenguaje:
Automatización locomotriz: Hace 2,5 millones de años el cerebro humano comenzó a especializarse en la manipulación de objetos. Este hecho resultó clave para desarrollar la comunicación simbólica, debido a la necesidad de un lenguaje automatizado, efectivo, rápido y preciso para comunicarse.
Articulación vocal: aparece hace un millón y medio de años. Su evolución no es tan precisa como la de otras funciones, por lo que aparecen diferencias individuales intraespecie a la hora de mantener el tono, copiar sonidos, cantar, etc.
Gramaticalización y lexicalización: La evolución del lenguaje se ha adaptado a la capacidad y limitaciones del cerebro humano.
Las representaciones pictóricas iniciales se fueron fonetizando, convirtiendo las imágenes en sonidos que emitían un significado determinado. De la literalidad, se dio el salto a lo simbólico, esto es, a la interpretación; un viaje fascinante que narra la capacidad de adaptación del cerebro humano.
«No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio» (Charles Darwin)