El corazón se acelera en presencia del ser amado: se produce un “chispazo emocional” cuya ruta “maratoniana” es la siguiente: el sistema nervioso manda un mensaje a una zona de nuestro cerebro llamada “hipotálamo”, y éste, a su vez, envía otro a unas glándulas que tenemos encima de los riñones, llamadas: “glándulas suprarrenales”, que segregan adrenalina y noradrenalina. Si sois amantes del riesgo extremo, sabréis que la adrenalina acelera el corazón. Esta aceleración cardíaca hace que: aumente la presión arterial, se liberen grasas y azúcares y se produzca un aumento de los glóbulos rojos para mejorar el transporte del oxígeno a través del torrente sanguíneo. Además uno/a se sonroja y suda, producto de la “adrenalina”, que traiciona a la persona evidenciando lo que la comunicación verbal no expresa.
Ganas de mantener relaciones sexuales: ¿qué hormona provoca el deseo del enamorado/a? ¡No es otra que la testosterona!, que es la precursora del deseo sexual tanto en hombres, como en mujeres.
Echar de menos: la “noradrenalina”, hace que la persona quiera compartir tiempo su amado/a, lo/la eche de menos y desee estar el mayor tiempo posible con esa persona especial.
Obsesión: soñar con la persona amada, pensar en él/ella a todas horas, ir corriendo a buscar el móvil cada vez que suena esperando que sea él/ella… estas respuestas son fruto del “secuestro” del cerebro por parte de la serotonina. Cuando uno/a se enamora, este neurotransmisor cerebral disminuye, conllevando un aumento de los pensamientos obsesivos. (de hecho, la serotonina se administrada a personas con trastornos obsesivos-compulsivos). Esta obsesión tiene como función la supervivencia de la pareja: al estar “obsesionado/a” se le dedica tiempo a los sentimientos, se busca a la persona amada, el cuerpo experimenta ese cóctel de emociones que engancha, y se va construyendo la “idealización” inicial del otro/a.
Tiempo juntos: la endorfina “fenil-etil-amina” (o FEA) produce esa sensación de bienestar que aparece cuando se está con la persona amada, lo que conlleva en la necesidad de pasar el mayor tiempo posible con él/ella. Además, esta endorfina (“opio” endógeno de nuestro cerebro) hace que se esté menos cansado/a, se pueda dormir menos y se mantengan relaciones sexuales con frecuencia. De hecho, “comer chocolate para superar el desamor”, tiene relación con estas endorfinas, puesto que cuando se produce una decepción amorosa, disminuye el nivel del “FEA” en el organismo, y el chocolate es rico en esta sustancia.
El amor es una adicción: la “culpable” de ello es la dopamina, que está relacionada con el sistema de recompensa del cerebro. Para que se entienda: un drogodependiente se engancha a una droga porque al consumirla segrega dopamina, y ésta está relacionada con la obtención de un placer intenso (recompensa) por lo que se produce un enganche a ese “subidón de placer”. A escala no patológica, cuando nos compramos algún objeto que nos gusta, también estamos activando el sistema de recompensa y se segrega dopamina. Este neurotransmisor incita a la búsqueda del placer, disminuye el cansancio y centra la atención en el estímulo placentero. Todo lo anteriormente comentado influye en el desamor; el impás entre relaciones correspondería con el “mono” de esa persona, de cómo se sentía uno/a al lado de él/ella, o lo que es lo mismo: las sustancias que su cuerpo segregaba. Por otro lado, éste sistema de recompensa dificulta el olvido de la persona amada debido a que al aumentar la dopamina, crece la atracción.
Atracción por la novedad: evidentemente no todos/as los/as desconocidos/as resultan atractivos/as, pero aquellas personas que agradan físicamente resultan interesantes por ese halo de misterio que producen, lo que está asociado a la transmisión de dopamina por parte del cerebro.
Olfato: Otro componente importante de la ecuación son unos mensajeros químicos llamados “feromonas”, que envían señales inconscientes de interés al otro/a. En nuestro caso, como en el de la mayoría de los animales, se huelen. Pero la evolución de la especie humana le ha dado mayor importancia a otros sentidos (gusto, vista, tacto…) y ha hecho que esos mensajes no sean captados conscientemente.
Ésta es la explicación fisiológica del amor, que interactúa (es inseparable) junto a: las características físicas del otro/a, los recuerdos, las expectativas, la personalidad, etc…
¡Ya sabéis, a partir de ahora cuando creáis que os estáis volviendo locos/as de amor, tomároslo como algo natural y echarle la culpa a vuestro cerebro!