¿Qué consecuencias tiene el castigo?

El castigo es una medida de control que se utiliza desde el nacimiento de la raza humana, pero es en estos últimos años cuando el estudio de sus consecuencias a corto y largo plazo han generado un enriquecedor debate que está sorprendiendo a la sociedad en general y a los padres/madres en particular.

Pero… ¿en qué consiste el castigo? En realidad, existen varias modalidades de aplicación (castigo positivo, coste de respuesta, tiempo fuera…), que se resumen en: o bien se retira un reforzador (estímulo que al menor le resulta agradable) tras la aparición de la conducta problema o bien se aplica un estímulo aversivo (p.ej. reprimenda verbal) cuando el niño/a emite un comportamiento desadaptativo o inadecuado. A simple vista, no parece una práctica peligrosa… entonces… ¿por qué los psicólogos se empeñan en especificar que debe utilizarse con cautela? A continuación, se exponen las consecuencias positivas y negativas de su empleo como método de corrección conducutal:

PROS:

– Enseña al menor que determinadas conductas no son aceptadas y tienen consecuencias punitivas dentro del hogar.

– Ayuda a socializar al infante, esto es, a desenvolverse en una sociedad que sanciona aplicando castigos que pueden desestabilizar el equilibrio biopsicosocial (p.ej. Si llega tarde al trabajo de forma continuada, será despedido).

– Delimita los roles dentro de la familia, es decir, la interacción entre padres/madres como figuras de autoridad, lo que permitirá al niño/a generalizar el status a otros contextos como, por ejemplo, la escuela (donde la decisión última está en manos de los profesores).

– Mediante el aprendizaje vicario (observacional), el infante observa las consecuencias que tiene para un tercero emitir determinadas conductas, y se previene de manifestarlas (p.ej. Un niño ve que castigan a su compañero de clase por pintar voluntariamente su mesa con acuarelas, por lo que aprende que no puede manchar el mobiliario a propósito).

CONTRAS:

– Cuando se castiga, es importante que el niño comprenda cuál es el motivo, explicándoselo con un lenguaje adaptado a su nivel madurativo. El error que suele cometerse es el de castigar «irreflexivamente», fruto de una intensa reacción emocional (p.ej. sentir ira, frustración, decepción, etc.), por lo que el menor debe asimilar forzosamente algo que no comprende, teniendo como consecuencia probable que vuelva a emitir la conducta que se desea reducir y/o eliminar. Es necesario evitar creencias falsas, como que el menor ha de comprender porqué se le castiga puesto que fue reprendido con anterioridad por un comportamiento similar y/o que debe recordar todos los avisos previos ante la emisión de la misma conducta. Esta forma de proceder sólo retrasa la reaparición de la conducta problema.

– El castigo genera emociones desagradables para el menor (miedo, ira, tristeza, vergüenza…), que pueden conllevar la evitación de la persona y/o situación que ha asociado a esas sensaciones (p.ej. Negarse a ir a la escuela para evitar ser castigado y sentirse «tonto»).

– El castigo no vincula, sino que fomenta otras conductas consideradas socialmente sancionables: mentir para evitar consecuencias, evitar al castigador, omitir información por no saber si su conducta fue o no correcta y puede ser castigado (disminución de la comunicación)…

– Si se trata de un menor excesivamente sensible y/o con predisposición genética a sufrir trastornos mentales, el castigo continuado y mal aplicado (p.ej. la sanción física) puede generar emociones tan intensas (como culpa y/o ansiedad) que repercuten en el equilibrio psicofisiológico del menor dando lugar al desarrollo o intensificación patologías psiquiátricas.

– Si el cuidador utiliza la fuerza física (p.ej. bofetones), está perdiendo la gestión emocional (dejándose llevar por la ira) que debe enseñar a su hijo/a para que en un futuro sea una persona emocionalmente estable. Esta estrategia estaba bien vista socialmente, pese al empeño de los profesionales de la salud en que su utilización sólo genera: miedo, confusión, agresividad, etc.

La balanza argumentativa se inclina hacia el uso moderado del castigo como método psicopedagógico de corrección conductual, prefiriéndose, si es posible, el empleo de otras técnicas (no mencionadas en el presente artículo) menos intrusivas; Sin embargo, puntualmente, su utilización es positiva e incluso necesaria, siempre que se ponga especial cuidado en el cómo y sin olvidarse de explicar las causas hasta tener la seguridad de que son comprendidas.

“Alcanzar un equilibrio en el proceso de la vida es, al mismo tiempo, iniciar una nueva relación con el ambiente, que proporciona la posibilidad de lograr nuevos ajustes, para los que habrá que luchar” (John Dewey).

Centro Codex Psicología

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Artículo documentado por:

Concepción Cendón Dacosta

Concepción Cendón Dacosta

Concepción Cendón es Directora y fundadora de los centros “Codex Psicología y Codex Formación” con una trayectoria de 20 años de experiencia. Es Licenciada en Psicología, especialista en Psicología Clínica y de la Salud y con formación en Psicología Jurídica (Nº 3026 del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia). Es miembro del Listado Oficial de Peritos psicólogos para la administración de justicia en los ámbitos del derecho civil y penal y también del Equipo de Intervención Psicológica en los casos de Adopción Internacional, del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia. Su pasión y vocación por la psicología le ha llevado a especializarse en diferentes ámbitos como, intervención en crisis, duelo patológico, altas capacidades intelectuales o neuropsicología, y a estar formándose y actualizándose constantemente en diversas teorías y técnicas psicológicas como terapia cognitivo-conductual, terapias de tercera generación y terapia con realidad virtual.

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