La infidelidad ha estado presente desde el inicio de la especie humana, no encontrando datos indicativos de que haya estado ausente en ninguna sociedad conocida hasta el momento; de lo que sí existe constancia, es de la condena a la misma por parte de algunas religiones (p. ej. la católica y la musulmana), de la connotación negativa del término, y de las consecuencias emocionales derivadas de la revelación/descubrimiento del engaño.
La infidelidad, era una práctica habitual y aceptada en determinadas sociedades; prueba de ello es el origen de uno de los sinónimos más utilizados en relación con el engaño: “poner los cuernos”:
Cuentan que el origen de esta expresión se encuentra en la antigua comunidad vikinga, en donde los guerreros más honorables tenían derecho a poseer a cualquier mujer de la aldea; para que el marido no les pillara en pleno “apogeo”, colgaban unos cuernos en la puerta en señal de aviso. Una teoría posterior, relacionaba los cuernos con la idea de lo maléfico, el pecado y el vicio, por lo que cuando algún miembro de la comunidad era traicionado por su cónyuge, sus conciudadanos colgaban unos cuernos en la puerta para infundir vergüenza y avisar al resto de la comunidad que aquella era una casa de pecadores.
Pero no hace falta irse tan lejos en el tiempo; hasta hace apenas 50 años, las infidelidades estaban terriblemente vistas dependiendo del sexo que cometiese el adulterio: si el infiel era el hombre, la sociedad lo achacaba a un instinto sexual innato que no podía controlar; por el contrario, si se trataba de una mujer, era tildada como una “mujer de la vida” que ya no era digna de respeto (esto se aplicaba con mayor vehemencia si se pertenecía a una clase social baja).
Centrándose en el tema en cuestión, se habla mucho de infidelidad, pero: ¿qué es la infidelidad? ¿cuántos tipos de infidelidad existen?
La respuesta a la primera pregunta es básicamente la siguiente: una violación del contrato por parte de uno de los dos miembros de la pareja; este convenio no escrito, puede ser latente (darse por hecho que determinados actos son sancionables sin haber tenido una conversación mutua, esto es, partiendo de lo que se considera aceptable o no socialmente cuando se mantiene una relación estable), o verbal (se dialoga con la pareja acerca de los límites que no han de sobrepasarse en cuanto a la intimidad con terceras personas).
Respecto a la segunda pregunta: existen tantos tipos de infidelidad como parejas en el mundo. La cosmovisión y realidad interna de la pareja varía según el “pacto” que hayan acordado los dos miembros. No obstante, las normas de conducta en pareja, se encuentra fuertemente influenciada por el contexto social en el que se desarrolla la misma. Esto es, las sociedades occidentales están influidas por la religión católica, en la que las relaciones fuera del núcleo amoroso no están bien vistas; un contraste interesante lo constituye la religión musulmana, en la cual el hombre puede casarse con más de una mujer (siempre y cuando tenga recursos para mantenerlas), pero serle infiel a esa/s mujeres es considerado un pecado.
Las traiciones afectivas se categorizan en dos grupos principales (que no son mutuamente excluyentes):
- Infidelidad afectiva: un miembro de la pareja se siente traicionado/a al descubrir que su compañero/a “tontea” con otra persona, independientemente del medio (internet, trabajo, discoteca…), pero no ha habido un contacto íntimo.
- Infidelidad física y/o sexual: violación de lo estipulado en pareja a través de un acercamiento de carácter personal vinculado a la sexualidad.
Hoy en día, la palabra “poliamor” (relación de más de una persona) ya no nos es desconocida, así como tampoco los conceptos de: “relación abierta” (las normas consensuadas no excluyen el contacto sexual con otras personas), tríos y un largo etcétera de posibilidades que chocan frontalmente con la educación que nuestros abuelos/as dieron a nuestros padres, y que estos nos transmitieron a nosotros/as.
De esta especie de miedo a lo desconocido, han surgido multitud de voces críticas con los modelos de pareja que ya no se adecuan al prototipo tradicional de relación.
Lo importante es reflexionar acerca de lo que se necesita, hablándolo y consensuándolo con la pareja (desde la sinceridad). Si las perspectivas sobre la relación no concuerdan, lo más probable es que se produzca una crisis de identidad de pareja; esta situación no es tan mala como lo parece (aunque se sufra) puesto que se “renegociarán” las bases de la relación, pudiendo alcanzar un nuevo acuerdo o, por el contrario, continuar respetando los términos previos.
En resumen, la infidelidad es la ruptura de un acuerdo tácito Vs explícito que genera respuestas emocionales intensas en los afectado/s. Existen diferentes tipos de “contratos”, que pueden ser o no renegociados con el paso del tiempo. El mejor ingrediente para hacer que una pareja funcione es la confianza, y si se rompe, los cimientos de la relación se tambalean: basta sólo una mentira, para poner a prueba todas las verdades (anónimo).