No hay manera de ser una madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre” Jill Churchill
Muchas mujeres se sienten culpables por compaginar su maternidad con su labor profesional, por dedicar parte de su tiempo a salir a correr o querer leer un libro a solas y tranquila en el sillón… Esto se debe a las creencias erróneas que tienen de lo que es “ser una buena madre”. En esta desafortunada creencia influyen varios factores: el rol de cuidadora que le ha sido impuesto a la mujer hasta la fecha, las exigencias y expectativas altísimas que se ponía al sexo femenino en un tiempo en el que su valía como mujer dependía única y exclusivamente de su papel de madre y esposa…
Pero los tiempos han cambiado y con la incorporación de la mujer al trabajo, las madres tienen que compaginar su labor de madre con su carrera profesional.
Hay madres que se creen “malas madres” por no cumplir con sus expectativas o las que impone la sociedad. A causa de estas creencias arraigadas en nuestras mentes, muchas sufren el síndrome de la mala madre, causado por los roles, exigencias y expectativas altísimas a las que se ven expuestas, que al final las llevan a convertirse en “mujeres orquesta”, que tienen la sensación de estar en todo sin llegar a nada. Llega un momento en el que creen que no están cumpliendo a la perfección con la prioridad entre todas sus actividades y la atención de sus hijos, obteniendo como consecuencia una valoración negativa de sí mismas…
Para poder cuidar a alguien, primero debes cuidarte tú (al igual que en un avión debes ponerte la mascarilla antes que al niño, ya que, si te quedas inconsciente no podrás protegerlo).
Debemos recordar que tenemos valor más allá de la relación que mantenemos con nuestros hijos para poder llevar una maternidad sana y una efectiva educación de nuestros niñ@s.
Un hijo es una parte importantísima para nuestra vida, pero no es nuestra vida al completo, para no pasar factura a nuestros hijos en el futuro y en el presente, no debemos renunciar a TODO por ellos, sino darles apoyo, consejo, cariño…compaginándolo con nuestro tiempo privado (en el que recargamos nuestro depósito para poder educarlos mejor), con nuestro trabajo, con nuestra relación de pareja y las demás cosas que nos cargan las pilas…
No puntúes tu valía como madre en función de la cantidad de tiempo que dedicas a tus niños únicamente. Lo que debes valorar y a lo que debes dedicar atención es a la calidad de las relaciones que mantienes con ellos y al vínculo afectivo que creas. Tus hijos serán más felices si su madre se siente satisfecha, plena y profesionalmente realizada.
Si consigues compaginar tu tiempo laboral y personal con el que dedicas a tus niños, serás más feliz que si, en su lugar, vives de forma abnegada y con sacrificio la relación con tus niños. Eso repercutirá en las emociones que transmites a tus hijos, y en el aprendizaje por modelado (copia) que obtendrán. ¿Cómo decir a tu hijo que debe cultivar sus habilidades sociales, artísticas, deportivas… si no se ve en tu espejo personal?
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