Cuando tu pareja ya no te atiende
Ayer terminé de leer el libro de Simone de Beauvoir: “La Mujer Rota”. Se trata de tres relatos independientes (“La Mujer Rota”, “La Edad de la Discreción” y “Monólogo”) que narran las vivencias de tres mujeres, cada una con un problema existencial diferente.
Me quedé especialmente impresionada con la primera narración, que da título a la obra. En ella se relata, en primera persona, la historia de una amante esposa que lleva más de veinte años casada, y cuya burbuja de vida idílica se ve truncada cuando su marido le confiesa que tiene una amante.
En un principio, aconsejada por una de sus mejores amigas, trata de restarle hierro al asunto y reducir su importancia al hecho de que su marido, un hombre con una edad considerable, se ve obnubilado al descubrirse a sí mismo resultando atractivo para una mujer mucho menor que él (sumándose el hecho de que la novedad resulta tentadora…) por lo que decide jugar el papel de esposa conciliadora, tolerante y transigente (quiere creer que está pasando una segunda edad del pavo).
Tras aceptar la relación extramatrimonial y consensuar una especie de contrato verbal (que a ella le consuela porque en cierta medida establece las normas y retoma un mínimo de control), decide negarse a sí misma los sentimientos de: decepción, rechazo, ira, etc. que afloran cada vez que sabe que él está con “la otra”. Con el paso del tiempo ese “acuerdo” se modifica (pero sin ser renegociado por ella) y la benevolencia comienza a convertirse en una careta difícil de mantener, mientras que los sentimientos de: inseguridad, celos, autorechazo, tristeza, etc. comienzan a emerger pese a un continuo y agotador intento por ocultarlos… algo así como cuando metemos mucha ropa en una maleta sabiendo que es probable que se rompa pero nos sentamos encima de ella para cerrar la cremallera… tras unas cuantas horas, se abre en el momento más inoportuno.
Poco a poco el marido va dejándola más y más de lado y, cuanto más se esfuerza ella por retenerlo, menos resultados obtiene; pero lo preocupante es que él no la deja ir, la retiene con recuerdos del pasado llenos de promesas de un amor ya extinto (o al menos agonizante) y ella se aferra a sus palabras como si fuesen los diques de mantención de un edificio medio en ruinas. Y cuanto mayor es el miedo a perderle y la rabia por hacerla sentir tan insegura, más aumenta el victimismo del marido: “Siento lo que te estoy haciendo, pero no puedo dejaros a ninguna de las dos”; “soy un egoísta que no te merece”; “no puedo creer la suerte que tengo porque decidas permanecer a mi lado”… Pese a tanta palabra vacía, lo cierto es que la había dejado hace tiempo, cuando comenzó a abandonarla emocionalmente…
Y de eso trata el artículo de hoy: del abandono afectivo.
Qué es el abandono emocional en la pareja
Este tipo de abandono afectivo no se trata de un alejamiento físico de la persona que otrora fuera el centro de la vida afectiva y familiar, sino que es algo más profundo. Es una brecha producida dentro de una relación en la cual los cuidados básicos de: atención, cariño, comunicación, expresión afectiva, apoyo social, etc. van disminuyendo hasta convertirse en ausencia, y esta suele afectar de distinta manera a ambos miembros de la pareja. Sin necesidad de buscar culpables, el abandono afectivo puede producirse por diferentes causas:
- El cese de sentimientos positivos hacia la pareja una vez pasada la primera etapa de “enamoramiento” (al descubrir una persona diferente a la que una vez estuvo idealizada). Sería algo así como sorprenderte teniendo al lado a alguien que no era tan interesante, “auténtico/a” o que te saca de quicio por alguna otra razón.
- El paso del tiempo y los cambios que se producen en las personas como consecuencia de las distintas etapas de la vida, y una ineficaz adaptación de estos dentro de la pareja. A lo largo del ciclo vital se producen cambios, y con ellos se modifican nuestros intereses, gustos, expectativas, etc. Si los miembros de la pareja no tienen algún nexo fuerte de unión (o van crean nuevos lazos), la pareja puede que no sobreviva.
- La falta de comunicación debido a múltiples aspectos de la cotidianidad: falta de tiempo, cansancio, rutina…
- Las relaciones por interés y su ineficacia para llenar completamente a la persona interesada, por ejemplo: alguien que mantiene una relación amorosa por el lucro económico y con el paso del tiempo esa necesidad/ambición ya no le satisface.
- La traición, de cualquier tipo, aleja a un miembro del otro/a (o a ambos).
- El cese de los sentimientos de amor que unen a dos personas.
Para que exista abandono afectivo o un abandono emocional de la pareja, una de las dos partes tiene que sentirse descuidado/a, y la otra persona ser “despreocupado/a” (consciente o inconscientemente).
Qué hacer cuando sufres el abandono emocional por parte de tu pareja
Este artículo se centra en el abandono afectivo a largo plazo, y no en aquellos casos puntuales de crisis de pareja o de separación física forzosa (p.ej. por trabajo), en el que ambos se sienten en mayor o menor medida desatendidos, pero la relación es fuerte y se sobrepone a las circunstancias.
El mayor impacto emocional, como es evidente, lo sufre la parte que se siente despreciada, soliendo originarse sentimientos devaluativos hacia uno mismo: “algo habré hecho mal para que deje de quererme”; “ya no soy digno/a del amor de mi pareja”; “habrá encontrado a alguien mejor que yo”; “tengo que tratar de complacerle/la para que se dé cuenta de que me sigue queriendo”; “ya no le atraigo físicamente”… y otra serie de pensamientos que provocan una disminución de la autoestima y cierta inestabilidad emocional.
Las conductas asociadas suelen centrarse en evitar el abandono, tardando en darse cuenta de que el amor: ni se ruega, ni se persigue; y es que en un primer momento, el miedo al abandono suele bloquear cualquier tipo de pensamiento racional en el cual se plantee dejar de intentar en vano que el otro/a vuelva a apreciarle/a como pareja y, si se persiste en estas actitudes, es probable que en ese obstinado camino uno/a comience a perderse y a negarse necesidades básicas como consecuencia del “hambre emocional”.
La principal problemática es que la autoestima puede resentirse hasta niveles en los que la persona puede llegar a repudiarse por sentir que se rebaja, y no obtener los resultados que necesita, por lo que la frustración se traslada del problema al autoconcepto.
Tratar de hablar con la pareja es la mejor solución, comunicándole las propias necesidades afectivas; es entonces cuando ambos miembros tienen que hacer un esfuerzo por entenderse y ponerse en el lugar del otro/a o, incluso, ceder aunque la empatía no sea suficiente para comprender el problema (esto sólo sucederá si ambos miembros están interesados); la dificultad se encuentra cuando se produce un desequilibrio: una de las partes implicadas no reacciona y la otra comienza a dar en exceso, generándose una especie de habituación al trato desagradable y un aumento del enganche o dependencia hacia el otro/a.
Pero, ¿qué diferencia existe entre el abandono emocional y la negligencia afectiva? El abandono emocional a largo plazo puede convertirse en negligencia afectiva si:
- Se realizan acciones o se tienen actitudes a sabiendas del dolor o el impacto emocional que van a producir en el otro miembro de la pareja, p.ej.: ante una discusión una de las partes abandona el domicilio familiar, no regresa durante días y no da señales de vida.
- Se menosprecia y critica a la pareja: quejarse con amigos, familiares, conocidos de él/ella cuando se ha tenido una discusión o se está planteando el cese de la relación, es del todo habitual, pero cuando el desahogo se convierte en una forma de asegurar la imagen de uno mismo y desprestigiar al otro/a sin vistas a tomar ninguna decisión, se está traicionando y aislando emocionalmente a la parte abandonada.
- Cuando se produce una fuerte discusión y uno de los miembros cambia de actitud durante una temporada y, tras esta, vuelve a actuar de la misma forma una y otra vez… en ese círculo vicioso se juega con la sensibilidad y esperanza en el cambio del otro/a.
- Victimizarse cada vez que se da un toque de atención y seguir haciendo más de lo mismo (teniendo en conocimiento que se suministra un importante golpe afectivo).
Si crees que te encuentras en esa situación, es importante que establezcas límites y consecuencias que sean contingentes, esto es, no permitas que una determinada conducta dañina vuelva a ocurrir sin que se aplique una sanción pactada con antelación (no ablandarse). Si la relación no mejora piensa que valorarse a uno mismo es quererse y, si uno se quiere, no acepta cualquier tipo de relación en su vida, se sabe merecedor del aprecio y cariño de los otros por lo que se rodea de personas que aportan. Quizás un ejemplo básico pero ilustrativo es el de: pensar en un ser querido y en todo lo que te gustaría poder ofrecerle, qué cuidados querrías brindarle… Ahora sé consciente de que si el amor no es tóxico, la persona que esté a tu lado ha de apoyarte y tratar de hacerte sentir reconfortado/a (lo demás, son excusas…).
Así que querido/a lector/a, si en una balanza los costes de tu idilio son mucho mayores que los beneficios, te estás situando a ti mismo/a en una posición de desventaja antinatura; no olvides que es con contigo mismo/a con quien vas a compartir el resto de tu vida…
Consulta con nuestros psicólogos
Reserva ahora una cita