El COVID-19 ha traído consigo una serie de cambios fundamentalmente en nuestra manera de comportarnos, que han llevado a que los problemas psicológicos se hayan disparado. El miedo a contagiarnos, la ansiedad, la angustia, el duelo por la muerte de algún familiar, problemas de sueño, etc. Todo ha traído como consecuencia una llamada nueva normalidad donde aprender a adaptarse y hacer frente a las dificultades presentes no es una tarea fácil.
El confinamiento y las medidas preventivas adoptadas para parar la pandemia también complican nuestro bienestar. El pasar más horas con los familiares y círculos de convivencia, el no poder despejar o dilucidar sus conflictos con otras personas, ha hecho que las discusiones familiares se hayan multiplicado, y las dinámicas familiares y la convivencia hayan terminado resistiéndose. Otros factores que inciden negativamente en nuestra estabilidad emocional son: el mantenimiento en el tiempo de esta situación que se esta alargando más de lo deseable, el rebaje de expectativas respecto a la mejora de la situación, y la etapa estacional en la que entramos, otoño- invierno. Y en todo esto, una de las poblaciones más vulnerables, son los adolecentes.
Ha estas edades la red social y los amigos son muy importantes y se supone que deben serlo: establecer vínculos con sus compañeros, sentirse integrado, que forma parte del grupo, es una de las tareas esenciales de desarrollo emocional de los mismos y que incide directamente en su autoestima Si su hijo está de mal humor por estar atrapado en casa con sus padres y hermanos, puede que la tome con las personas más cercanas, de manera que vuelque su frustración con ellos. Es por tanto algo en cierta medida molesto pero comprensible.
Además, por todos es sabido que los cambios físicos, pero sobre todo los hormonales, hacen de esta etapa un momento ya de por sí difícil para los menores y lo será aún más en estas circunstancias.
A continuación, se presentan una serie de consejos prácticos para reducir el malestar familiar, en esta llamada nueva normalidad en la que los contactos sociales están más limitados y pasamos más horas en casa.
Os exponemos algunas propuestas. para que la convivencia sea más funcional:
1. Ser más flexible con nuestro hijo adolescente. Poner límites, pero también entender su situación, de manera que, si para entretenerse utiliza las redes sociales, dejarle un poco más de tiempo para su uso y disfrute. Entender que además de ser un refuerzo para ellos, es una buena forma de seguir en contacto con su grupo de iguales. Lo mismo ocurre con los juegos on-line.
2. Ayudarle a organizarse cada día. Crear un cronograma realista para realizar el trabajo en períodos definidos y estables, incorporando descansos y momentos para socializar, hacer ejercicio y entretenerse. Hacerle ver la importancia de cumplirlo y de adaptarlo si las circunstancias así lo requiriesen. La idea es trabajar, y si consigo mis objetivos, me premio con un tiempo para entretenerme.
3. Fomentar el ejercicio y el descanso. En línea de lo anterior, será clave mantener unos hábitos saludables a lo largo de las semanas. Es probable que las nuevas circunstancias nos lleven a querer pasar más horas de las habituales durmiendo y descansando, pero mantenerse activo será muy importante. Para ello, se deben establecer unos periodos de descanso y despertar, así como un tiempo diario también para el ejercicio físico, comer sano, etc.
4. Aprovechar para comunicarse más tiempo y mejor. Crear espacio para compartir sus sentimientos y escuchar sin juzgar (o sin asegurarles que todo estará bien). Entenderlos y empatizar con ellos. Algunos estarán preocupados por la falta de actividades que antes realizaban como jugar en equipo al futbol. Es comprensible que se pregunten cómo esto afectará su futuro. Nuevamente, proporcione ese espacio para compartir cómo se sienten y reconozca el estrés real que pueden tener. Luego, exprese su confianza en la capacidad de su hijo para recuperarse.
5. Compartir información de lo que está pasando con calma y de forma directa y objetiva para ayudar a tranquilizar sus preocupaciones sobre el virus. Discuta los hechos sobre el COVID-19 y corrija cualquier información falsa cuando la escuche. Refuerce los conceptos básicos, como la importancia del uso de la mascarilla, lavarse las manos con frecuencia y evitar tocarse la cara, enfatizar que quedarse en casa salva vidas.
6. Ayudar a sus adolescentes a pensar en el futuro ayudándolos a que cambien su enfoque de lo que han perdido y encuentren maneras para superarlo haciendo planes y estableciendo metas.
7. Ayude a su adolescente a encontrar maneras para mantener su mente y cuerpo sanos, como: Saliendo a caminar o a correr, ya sea solo o en familia, haciendo ejercicio por video. Leyendo un libro escuchar grabaciones musicales. Averigüe sobre nuevos pasatiempos o destrezas que pueda aprender, mirar películas o programas de televisión juntos en familia o con amigos de forma virtual, hacer voluntariados en la Comunidad.
8. Y muy importante, prestar atención a señales de que su adolescente puede necesitar mayor apoyo. Manténgase alerta a las señales de problemas de salud mental en los adolescentes como irritabilidad constante, cambios en el peso corporal o hábitos del sueño, pensamientos repetidos de acontecimientos poco placenteros y conflictos con amigos o familiares. Los adolescentes que se sienten tristes, deprimidos, desesperanzados, nerviosos o enojados, quizá necesiten de más ayuda.
En definitiva, una serie de consejos que pueden mejorar las relaciones con su hijo y que tienen como base el respetar la independencia y la individualidad del mismo, brindándole el apoyo y los límites que necesite, y manteniendo un clima abierto, comunicativo y en tono positivo resaltando sus fortalezas.
«No todos tenemos las mismas posibilidades para mantener nuestro bienestar físico y emocional. Por eso, yo no dudé en pedir ayuda».
Codex Centros de Psicología Vigo y Ourense