Los pensamientos intrusivos son visitantes inesperados en la mente de una persona y se caracterizan por ser persistentes, no deseados, perturbadores, inapropiados y pueden causar malestar significativo y ansiedad; interfiriendo en nuestro día a día.
Estos pensamientos invasivos pueden ser más o menos adaptativos, por ejemplo, ir conduciendo y pensar que debemos pasar la ITV a final de mes, puede ser hasta beneficioso para evitar recibir una multa; mientras que ir conduciendo y ser abordados por la idea de que podemos atropellar a una familia, es desagradable y puede generar emociones fuertes y negativas. Este último tipo de pensamientos, son los que denominamos pensamientos intrusivos.
La temática de estos pensamientos puede ser diversa: catastrofista, sexual, violenta, religiosa, autolítica, contaminante-limpieza, enfermedad-muerte, seguridad, recuerdos traumáticos o dolorosos…
Estos pensamientos pueden resultar puntualmente incapacitantes, pero es importante resaltar que el tenerlos, no conlleva padecer un trastorno mental; muchas personas pueden tener pensamientos invasivos en algún momento de su vida; la diferencia reside en la frecuencia, intensidad y afectación de las rutinas diarias.
Causas
La etiología de estos pensamientos puede ser variada, desde:
-Factores genéticos que predisponen a experimentar este tipo de pensamientos
-La presencia de diferentes trastornos:
-Depresión
-Trastorno de ansiedad generalidad (TAG)
-Trastorno obsesivo- compulsivo (TOC)
-Trastorno de estrés postraumático (TEPT).
-Las experiencias traumáticas y los cambios químicos en el cerebro, pueden provocar desequilibrios en los neurotransmisores, afectando a la serotonina y provocando mensajes de peligro por error.
-La presión emocional y el estrés pueden aumentar la frecuencia e intensidad de los pensamientos intrusivos.
¿Cuál es la relación entre los pensamientos intrusivos y la ansiedad?
La ansiedad y los pensamientos intrusivos tiene una relación tóxica, retroalimentándose entre ellos, un ejemplo de ello podría ser “no comprobé si cerré la puerta de casa!. !No cerré la puerta!. !Puede aparecer un ladrón!. ¡Me van a robar!”. Hay algunos aspectos que vinculan los pensamientos intrusivos y la ansiedad:
- “La rumiación está muy relacionada con la preocupación, pero al ser un fenómeno cíclico, nos paraliza”.
- “Es habitual que cedamos ante impulsos que nos prometen sensaciones agradables instantáneas con capacidad para distraernos”.
- “La pérdida de tiempo nos hace sentirnos más ansiosos”.
- “El malestar sostenido durante todo ese tiempo daña nuestra salud mental; …esto significa tener aún más ansiedad, producida por la propia ansiedad”.
- Esta clase de pensamientos afectan negativamente a la salud mental, por su carácter recurrente, la afectación en las rutinas diarias y por consiguiente en la calidad de vida; por ello es clave buscar ayuda profesional.
¿Que podemos hacer para combatir los pensamientos intrusivos?
- Practicar la atención plena o mindfulness para reducir la intensidad y la frecuencia de los pensamientos intrusivos; en vez de luchar contra los pensamientos invasores, aceptarlos, observar que produce en el organismo y cómo afecta.
- Aprender técnicas de relajación como la relajación muscular progresiva, la respiración profunda o la visualización guida, pueden disminuir la sintomatología ansiosa asociada a los pensamientos intrusivos.
- Realizar ejercicio físico con frecuencia, ya que controlar los pensamientos invasores es más sencillo cuando hemos descargado el exceso de energía de nuestro organismo. Además, el ejercicio reduce los niveles de ansiedad y estrés de nuestro cuerpo.
- Buscar apoyo social, hablar con amigos, familiares o grupo de apoyo, para compartir los pensamientos intrusivos y sus consecuencias; esto puede ofrecer otras perspectivas y aliviar el malestar emocional. Con esta alternativa debemos tener cuidado, porque puede ser contraproducente ya que las sensaciones positivas que fomenta el apoyo externo pueden llegar a producir dependencia interpersonal y baja autoestima.
¿Cuándo se necesita apoyo psicológico?
Esta clase de pensamientos afectan negativamente a la salud mental, por su carácter recurrente, la afectación en las rutinas diarias y por consiguiente en la calidad de vida; por ello es clave buscar ayuda profesional. Entre las intervenciones con mayor evidencia empírica cabe destacar:
Terapia cognitivo-conductual (TCC), para identificar y modificar los pensamientos irracionales o desadaptativos, por medio de técnicas como la reestructuración cognitiva, desafiando y reemplazando los patrones de pensamientos intrusivos por pensamientos realistas y adaptativos. Miguel Ángel Vallejo Pareja (2001) afirma que “hoy día los tratamientos del TOC que han demostrado de forma controlada su eficacia son: el tratamiento de exposición con prevención de respuesta (ERP), exponiéndose gradualmente a las situaciones que origina los pensamientos, mientras se practican la inhibición de las respuestas compulsivas combinado con el tratamiento farmacológico”.
Intervención psicofarmacológica. En los casos que el profesional lo estime oportuno, se abordará la intervención psicofarmacológica: medicación e intervención psicológica, especialmente cuando se da la presencia de (TOC). Varias revisiones cualitativas y metaanalíticas señalan la eficacia de las intervenciones psicoterapéuticas y farmacológicas para el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Los fármacos por excelencia son antidepresivos o ansiolíticos para reducir la intensidad de los pensamientos intrusivos, y con ello, la ansiedad que provocan.