La obesidad no solo tiene una base fisiológica; en muchos casos, los trastornos psicológicos juegan un papel clave tanto como causa como mantenedor de la obesidad. La relación entre la mente y el cuerpo es compleja, y el sufrimiento emocional o psicológico puede desencadenar y perpetuar los hábitos alimentarios descontrolados. Las personas que padecen trastornos como la depresión, la ansiedad, el estrés crónico y trauma, a menudo recurren a la comida como una forma de «autoconsuelo». Comer en exceso se convierte en una manera de lidiar con el malestar emocional, lo que puede dar lugar a un ciclo vicioso: el malestar emocional lleva a comer en exceso, y el comer en exceso aumenta el malestar emocional, especialmente por la culpa o la insatisfacción con la propia imagen corporal. La obesidad se convierte en una causa secundaria o en un mantenedor de los trastornos mentales, entrándose en un ciclo eterno que debe abordarse de la manera correcta.
En muchos casos, los trastornos psicológicos subyacentes, como la baja autoestima, la ansiedad social, o los trastornos por atracón, son los que impulsan los comportamientos alimentarios desadaptativos. Estas condiciones afectan la relación de una persona con la comida y su capacidad para controlar su consumo, lo que, a su vez, contribuye a la obesidad. Cuando estas emociones no se abordan adecuadamente, pueden impedir que una persona sea capaz de mantener cambios a largo plazo en sus hábitos alimenticios o en su comportamiento.
Contenidos de este artículo:
Funcionamiento psicosocial de las personas con obesidad: un enfoque integral
Es importante la perspectiva psicológica y social para la correcta intervención en obesidad y en los trastornos de conducta alimentaria en general, ya que existe una violencia social en todo a lo que rodea las exigencias con el físico que no pueden pasar desapercibidas al tratarse de importantes causantes y mantenedores en los TCA. La obesidad, especialmente la obesidad extrema, está vinculada a una serie de trastornos psicosociales que afectan la vida diaria de quienes la padecen. Varios estudios han señalado que entre un 20% y un 60% de las personas con obesidad, particularmente aquellas con obesidad extrema, sufren de enfermedades psiquiátricas, como la depresión, trastornos alimentarios, ansiedad, abuso de sustancias, y baja autoestima. Esta prevalencia es significativamente más alta que la observada en la población general.
¿Por qué no basta solo con adelgazar?
Reducir de peso sin tratar las causas emocionales o psicológicas subyacentes puede no ser efectivo a largo plazo. Cuando la obesidad está vinculada a factores emocionales, como trastornos alimentarios o problemas emocionales no resueltos, cualquier pérdida de peso alcanzada sin abordar estos factores puede ser insostenible. Las personas pueden perder peso temporalmente, pero si no aprenden a manejar las emociones que contribuyen a su relación con la comida, es probable que recuperen el peso perdido e incluso desarrollen comportamientos más desordenados relacionados con la alimentación.
Es importante entender que adelgazar no resuelve los problemas emocionales o psicológicos que podrían estar alimentando la obesidad. Si no se tratan estos trastornos, las personas pueden experimentar sentimientos de vacío, ansiedad o depresión, que nuevamente pueden llevar al uso de la comida como mecanismo de afrontamiento. Así, la pérdida de peso puede ser solo una solución superficial si no se aborda el bienestar emocional y psicológico de manera integral.
Por ejemplo, si una persona con obesidad sufre de trastorno por atracón y no recibe tratamiento psicológico, como terapia cognitivo-conductual, es probable que continúe teniendo episodios de comer en exceso, incluso después de una intervención quirúrgica o un régimen de pérdida de peso. Sin un cambio en los patrones emocionales y psicológicos que afectan su comportamiento alimentario, la persona puede enfrentar dificultades para mantener el peso perdido y encontrar equilibrio en su vida emocional.
El enfoque integral: la necesidad de abordar la mente y el cuerpo.
Por lo tanto, es esencial que los tratamientos de obesidad no solo se enfoquen en la reducción de peso físico, sino que también incluyan un enfoque psicológico. La terapia puede ayudar a las personas a identificar y trabajar con los trastornos emocionales y psicológicos que afectan su comportamiento alimentario. La psicoterapia, especialmente enfoques como la terapia cognitivo-conductual, puede ser fundamental para romper el ciclo entre las emociones no resueltas y la comida. Además, la terapia puede proporcionar estrategias para desarrollar una relación más saludable con la comida, mejorar la autoestima y la imagen corporal, y aprender a gestionar las emociones de manera más adaptativa.
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